Mañana laborable, tarde de cine y noche de arroz y té sin acabar.
Es una preciosa situación esperada, cuando hay
cuatro manos y cuatro manos,
dos labios y dos labios que se juntan
en la oscuridad que requiere la luz proyectada.
Somos cuatro historias entrelazadas
que se enredan y se deshacen
y se enmarañan o se atraviesan.
Es la confusión y la alegría que se me nubla siempre
por esa sensación de decepción que siempre me recuerda
que hay dos tipos de edades,
dos tipos de edades y dos mil estados de ánimo y formas de ser,
no siempre compatibles entre sí.
Me niego a pensar que aceptamos el amor que creemos que nos merecemos
Me niego a pensar que todos los caminos conducen a Roma.
Me niego al champán servido en vaso.
Me niego a hacerte volar para yo quedarme en tierra.
Yo quiero ver contigo, quiero viajar,
subir, bajar, reír, volcar, sentir.
Quiero que tu calor sea mi excusa y que mi frío sea la tuya.
Pero estos verbos con sujeto elíptico necesitan complementos
más directos que indirectos.
La subordinada es ahora más yuxtapuesta que nunca,
y tiene el impulso esta oración caprichosa de,
si no aparece su nexo adecuado,
ir a buscar otra piel que tenga un polo opuesto al de la suya.
Podemos compartir noches de una hora,
pero mi necesidad de calor
sólo la entienden Sinatra y Aznavour.
De momento, en Madrid es febrero y hace mucho frío.
Exageración justificada de un alma cambiante
en una noche del mes más cambiante del calendario.
I say
splendid.