tus ojos azules como el mar
que nos soportaba cuando
la hierbabuena o la malta bañaba
nuestras gargantas rasgadas.
Toda la rigidez y la tosquedad
de tu gentilicio me hace adorar
sorprendida tus caricias
y tus besos y tus palabras
germanas, sajonas, castizas.
Me has despejado
las dudas de un viaje escandinavo
llenando juntos de ropa
el suelo de un salón despejado.
Tumbada sobre la piel del mar
descubro el tacto de tu piel de hierro,
suave y cariñosa como el agua.
Y bajo las mesas que sujetan
las mejores conversaciones
nos queremos
comer el uno al otro.
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